Mando y respiración

El aliento que gobierna el alma

Durante años, viví como si respirara sin hacerlo.
El aire entraba y salía, pero no lo sentía.
Mi cuerpo se movía, mis pensamientos corrían,
y mi vida era una sucesión de gestos automáticos,
como un río que fluye sin saber hacia dónde.

Hasta que un día, sin buscarlo,
el mundo se detuvo.
El silencio me encontró —denso, inmenso, inevitable—
y en él escuché algo que nunca había oído antes:
mi respiración.

Al principio fue solo un sonido leve,
como un murmullo en la distancia.
Pero al prestarle atención, comenzó a hablarme.
No con palabras, sino con ritmo.
Con cada inhalación, sentía la vida llamándome.
Con cada exhalación, el pasado soltando su peso.

Comprendí entonces que respirar conscientemente no era sobrevivir, sino despertar.
El aire no solo llenaba mis pulmones,
llenaba también los espacios donde había miedo, duda y olvido.
Era como si el universo me enseñara, con cada soplo,
que el control no está en la mente,
sino en la presencia que respira dentro de todo.

Empecé a observar:
cuando mi respiración se agitaba, mi mente mandaba;
cuando mi respiración se calmaba, el alma tomaba el timón.
Y comprendí que “tomar el mando” no era ejercer poder,
sino alinear todos los planos del ser:
cuerpo, emoción, pensamiento y espíritu.

En cada amanecer, me sentaba a respirar.
El aire entraba como un maestro invisible,
recordándome que el mando no se conquista: se recupera.
Porque la respiración es el punto donde todo comienza y todo vuelve.
Es la cuerda invisible que une al ser humano con la totalidad.

Con el tiempo, algo cambió.
Ya no buscaba dominar mi respiración,
sino dejar que ella me guiara.
Y en esa entrega descubrí una fuerza que no empuja,
una claridad que no grita,
una autoridad que no ordena: la coherencia del alma.

Desde ese día, cada inhalación es un acto de poder,
cada exhalación, una rendición.
Entre ambas, ocurre la vida.

Ahora sé que el verdadero mando no está en decidirlo todo,
sino en escuchar el pulso del universo en mi pecho.
Porque cuando respiro con conciencia,
no soy yo quien dirige el aire…
es la vida quien me respira a mí.