En este universo tejido de caminos,
cada instante nos invita a elegir,
sembrar en la tierra del destino
la semilla que queremos vivir.
No somos hojas del viento ni azar,
somos la pausa antes del paso,
la voz serena que sabe esperar,
la chispa divina en su propio abrazo.
Templo sagrado de carne y aliento,
habla en silencios, respira verdad,
susurra cansado en cada momento:
“ámame más, sin miedo, sin ansiedad”.
Jardín de luces y sombras danzantes,
donde un pensamiento puede florecer,
si riegas la calma, si cortas el desgaste,
si eliges creer para renacer.
Lluvia de fuego, mares sin nombre,
guían el pulso, revelan el ser,
no son cadenas, son canto del hombre,
que al sentir se atreve a comprender.
Hilo de estrellas, raíz del cielo,
latido antiguo que habita en mí,
me recuerda, suave, que soy un destello
del mismo amor que da vida aquí.
Así, cuerpo, mente, emoción y aliento,
se unen danzando en un solo compás,
y elijo amarme en cada momento,
porque amarme…
es amar lo que el universo ya es capaz.