Las emociones son ríos invisibles
que recorren la piel del alma.
Si las callo, me arrastran;
si las escucho, me guían.
El miedo protege,
la ira defiende,
la tristeza limpia,
la alegría enciende.
Nombrarlas es luz,
respirarlas es calma,
abrazarlas es aprender
a vivir con el corazón abierto.
La emoción es un mensaje, no un enemigo.
Escucharla es abrir la puerta al alma.
Nombrarla es darle un lugar.
Lo que se reprime, grita; lo que se atiende, descansa.
El miedo protege, la ira marca límites, la tristeza purifica, la alegría ilumina.
La respiración es el puente entre el fuego y la calma.
Aceptar la emoción es aprender a habitarse.
Regular no es reprimir, es darle espacio justo.
El corazón habla en emociones; el silencio nos enseña a entenderlo.