El hilo invisible del ser
La vida no exige perfección,
sino la verdad de lo que somos.
Coherencia es el arte de alinearse
con la raíz silenciosa del propio existir.
Pensar, sentir y actuar
no son piezas sueltas del alma,
sino reflejos de una misma corriente
que busca reconocerse en su totalidad.
Cuando la mente se desborda en ideas,
el corazón recuerda el pulso de la Tierra,
y el cuerpo, sabio y paciente,
sostiene la experiencia de lo real.
Ser coherente no es rigidez,
sino presencia:
una atención serena
que permite al espíritu habitar la materia
sin perder su claridad.
El sentido no se encuentra en los extremos,
sino en el punto de convergencia:
allí donde la emoción se vuelve comprensión,
donde la acción nace del amor,
y el pensamiento se inclina ante la vida.
Coherencia es saberse parte del Todo
y aceptar el flujo que nos trasciende.
Es recordar que el universo
no se explica —se encarna—,
y que vivir con sentido
es dejar que el alma piense,
que la mente sienta,
y que el cuerpo recuerde
su origen de luz.